23 de noviembre de 2009

El comportamiento coherente
Si pudiéramos pensar, sentir y actuar en la misma dirección, si lo que hacemos no nos creara contradicción con lo que sentimos, diríamos que nuestra vida tiene coherencia. Seríamos confiables ante nosotros mismos, aunque no necesariamente confiables para nuestro medio inmediato. Deberíamos lograr esa misma coherencia en la relación con otros, tratando a los demás como quisiéramos ser tratados.
Sabemos que puede existir una especie de coherencia destructiva y violenta como observamos en los racistas, los explotadores, los fanáticos, etcétera, pero está clara su incoherencia en la relación con los demás, pues tratan a otros de un modo muy distinto al que desean para sí mismos.
Esa unidad de pensamiento, sentimiento y acción, esa unidad en el trato que se pide con el trato que se da, son ideales que no se realizan en la vida diaria. Éste es el punto. Se trata de un ajuste de conducta a esas propuestas, se trata de valores que tomados con seriedad direccionan la vida, independientemente de las dificultades que se enfrenten para realizarlos. Debemos comprender estos planteos como un ir ganando terreno a medida que pase el tiempo. Aquí sí valen las intenciones aunque las acciones no coincidan al comienzo con ellas, sobre todo si aquellas acciones son sostenidas, perfeccionadas y ampliadas. Esas imágenes de lo que se desea lograr son referencias firmes que dan dirección en toda situación. Y esto que decimos no es tan complicado.
Nos nos sorprende, por ejemplo, que una persona oriente su vida para lograr una fortuna, sin embargo esa persona puede saber por anticipado que no lo logrará. De todas maneras, su ideal la impulsa aunque no tenga resultados relevantes.
¿Por qué entonces, no se puede entender que aunque la época sea adversa a pensar, sentir y actuar en la misma dirección, esos ideales de vida pueden dar dirección a las acciones humanas?

15 de noviembre de 2009

Informativa breve sobre las principales ideas del Movimiento Humanista

El Movimiento Humanista es un conjunto de personas de distintas culturas y pueblos que se organiza y crece con el objetivo de orientar los cambios que vienen, para direccionarlos hacia una sociedad verdaderamente humana.

El Movimiento Humanista propicia, en primer lugar, la ubicación del ser humano como valor central, de modo que nada esté por encima del ser humano ni ningún ser humano este por debajo de otro. En segundo lugar, afima la igualdad de todas las personas y por tanto trabaja por la superación de la simple formalidad de iguales derechos ante la ley para avanzar hacia un mundo de iguales oportunidades para todos. En tercer lugar, reconoce la diversidad personal y cultural y por tanto, afirma las características propias de cada pueblo condenando toda discriminación que se realice en razón de la diferencia económica, racial, cultural y cultural. En cuarto lugar, auspicia toda tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de las limitaciones impuestas al pensamiento por prejuicios aceptados como verdades absolutas o inmutables. En quinto lugar, afirma la libertad de ideas y creencias. Y por último, repudia todas las formas de violencia entendiendo no solamente la violencia física como único factor, sino a la violencia económica, a la violencia racial, a la violencia religiosa, a la violencia moral y psicológica como casos cotidianos arraigados en todas las regiones del planeta.

Estas propuestas terminan configurando un estilo de vida y un modo de relación del más alto y profundo valor moral, que puede expresarse en esta frase: trata a los demás como quieres que te traten.

El Movimiento Humanista rescata también la dimensión existencial y de relación entre las personas, afirmando el derecho de cada ser humano a preguntarse por el sentido de su vida, y trabajando para forjar relaciones de reciprocidad y amistad entre las personas y los pueblos.

En síntesis, el Movimiento Humanista trabaja por la transformación simultánea de las sociedades y las personas para avanzar hacia una Nación Humana Universal.

10 de noviembre de 2009

El Cambio y la Crisis


En esta época de gran cambio están en crisis los individuos, las instituciones y la sociedad. El cambio será cada vez más rápido y también las crisis individuales, institucionales y sociales. Esto anuncia perturbaciones que tal vez no sean asimiladas por amplios sectores humanos.

Las transformaciones que están ocurriendo toman direcciones inesperadas produciendo una desorientación general respecto al futuro y a lo que se debe hacer en el presente. En realidad, no es el cambio lo que nos perturba, ya que en él observamos muchos aspectos positivos. Lo que nos inquieta es no saber en qué dirección va el cambio y hacia dónde orientar nuestra actividad.

El cambio está ocurriendo en la economía, en la tecnología y en la sociedad; sobre todo está operando en nuestras vidas: en nuestro medio familiar y laboral, en nuestras relaciones de amistad, etc. Se están modificando nuestras ideas y lo que habíamos creído sobre el mundo, sobre las demás personas y sobre nosotros mismos. Muchas cosas nos estimulan pero otras nos confunden y paralizan. El comportamiento de los demás y el propio nos parece incoherente, contradictorio y sin dirección clara, tal como ocurre con los acontecimientos que nos rodean.

Por lo tanto, es fundamental dar dirección a ese cambio inevitable y no hay otra forma de hacerlo que empezando por uno mismo. En uno mismo debe darse dirección a estos cambios desordenados cuyo rumbo desconocemos.

Como los individuos no existen aislados, si realmente direccionan su vida modificarán la relación con otros en su familia, trabajo y en donde les toque actuar. Éste no es un problema psicológico que se resuelve adentro de la cabeza de individuos aislados, sino que se resuelve cambiando la situación en que se vive con otros mediante un comportamiento coherente. Cuando celebramos éxitos o nos deprimimos por nuestros fracasos; cuando hacemos planes a futuro o nos proponemos introducir cambios en nuestra vida olvidamos algo fundamental: estamos en situación de relación con otros. No podemos explicar lo que nos ocurre, ni elegir, sin referencia a ciertas personas y a ciertos ámbitos sociales concretos. Esas personas que tienen especial importancia para nosotros y esos ámbitos sociales en los que vivimos nos ponen en una situación precisa desde la que pensamos, sentimos y actuamos. Negar esto o no tenerlo en cuenta crea enormes dificultades. Nuestra libertad de elección y acción está limitada por la situación en que vivimos. Cualquier cambio que deseemos operar no puede ser planteado en abstracto sino con referencia a la situación en que vivimos.

Te invitamos

Reuniones todos los jueves a las 19:00 hrs,
para más detalles escríbenos a
lacaidadelaluz@gmail.com

Paz en el corazón, Luz en el entendimiento.

Origen del Universo

La Luz convergió sobre sí y esto dio lugar al surgimiento de expresiones energéticas y materiales densas. Ese fue el paso de la caída de la luz. Aquello provocó la explosión original, y desde ese centro, proyectándose desde ese centro, radiación y masa de materia ígnea se expandieron a velocidades crecientes. De este modo, lo que fue configurándose como nebulosas, galaxias, soles, planetas y lunas de distintos sistemas, se sigue acelerando mientras se aleja de su centro original describiendo ciclos espiralados. A medida que se alejan esos cuerpos van regresando a su origen por su trayectoria curva, mientras se aceleran aproximándose a la velocidad de la luz. Finalmente, todos los cuerpos terminarán convirtiendo su materia en energía radiante y esta energía se transformará en luz que convexionará sobre un centro desde todas las direcciones del espacio curvo, para producir una nueva explosión creativa.

En síntesis: la Luz es eterna, es el origen y fin del Universo.


H. Van Doren.
Siloísmo, doctrina y práctica.