Déjate, por primera vez en la historia, de buscar culpables. Tú y el otro son responsables de lo que una vez hicieron, pero nadie es culpable de lo que sucedió. Ojalá en este juicio universal se pueda declarar: "no hay culpables". Y se establezca como obligación para cada ser humano, reconciliarse con su propio pasado.
Esto empezará aquí en ti y serás responsable de que esto continúe entre aquellos que te rodean, así hasta llegar al último rincón de la Tierra.
Si la dirección de tu vida no ha cambiado todavía, necesitas hacerlo; pero si ya cambió, necesitas fortalecerla.
Para que todo esto sea posible, acompáñame en un acto libre, valiente y profundo que sea además un compromiso.
Pongámonos de pie, y frente a nuestro propio futuro, preguntemos: ¿Es necesario, para mí y para otros que cambie o se fortalezca la dirección de mi vida? Entonces, en silencio, escuchemos las voz interna que surge en nosotros.
¿Es necesario para mí y para otros que cambie o se fortalezca la Luz, la dirección de mi vida?
¿Tengo fe en que cambiará o se fortalecerá la dirección de mi vida?
Entonces, que brote en ti la fuerza y la luz de la Vida.
Hoy y no mañana, ve a la reconciliación, besa a tu pareja y a tu hijo, a tu madre y a tu padre, abraza a tu amigo y a tu enemigo, y diles con el corazón abierto: "Algo grande y nuevo ha pasado hoy en mí".
Y explícales luego lo que pasó, a fin de que ellos también puedan llevar este mensaje.
Para todos: ¡Paz, Fuerza y Alegría!"
Extracto de las palabras de Silo en el Acto Público
de Madrid, 1981
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